Antes de entrar, hacemos el trato con los niños de que deben cerrar los ojos.
El aroma elegido para hoy: mandarina.
Para comenzar, respiramos subiendo los hombros al inhalar y bajándolos al exhalar. Continuamos poniéndonos de puntillas cuando inhalamos. Nos quedamos con las piernas y los brazos abiertos porque hoy vamos a ser estrellas.
Somos estrellas pequeñitas y respiramos rápido. Después, nos quedamos en apnea.
Hacemos 30 flexiones, agachándonos. Luego, nos quedamos sin respirar, con las manos en el pecho, escuchando nuestro corazón.
Nos acostamos en el suelo, piernas y brazos abiertos, como si fuéramos una estrella. Cerramos los ojos y escuchamos nuestro corazón, respirando suavemente.
Les decimos a los niños que ya pueden abrir los ojos. ¡Están encantados con la visión! Deben elegir una estrella y seguirla.
Las estrellas van cambiando de color y no podemos perder la que hemos elegido.
Ahora, con los ojos cerrados, tenemos que ver nuestra estrella. Vemos su luz, entra por nuestros pies, sube por las piernas, que se ponen duras en ese momento, pero la luz sigue subiendo y las piernas se relajan. La luz sigue recorriendo nuestro cuerpo, que se endurece cuando recibe la luz y después se relaja. Finalmente la luz se queda en nuestra cabeza y notamos la cabeza fresquita. Ya nos hemos convertido en una estrella blanca, luminosa, llena de energía.
Poco a poco vamos volviendo a nuestra forma humana, pero no olvidamos que la energía se queda dentro. Las puntas de las estrellas se convierten en nuestros brazos, nuestras piernas y nuestra cabeza, pero nuestra estrella va por dentro.
Vamos abriendo los ojos lentamente y moviendo nuestro cuerpo. Nos desperezamos y nos levantamos.
Os animamos a que cuando no podáis dormir penséis en estas estrellas.
El aroma elegido para hoy: mandarina.
Para comenzar, respiramos subiendo los hombros al inhalar y bajándolos al exhalar. Continuamos poniéndonos de puntillas cuando inhalamos. Nos quedamos con las piernas y los brazos abiertos porque hoy vamos a ser estrellas.
Somos estrellas pequeñitas y respiramos rápido. Después, nos quedamos en apnea.
Hacemos 30 flexiones, agachándonos. Luego, nos quedamos sin respirar, con las manos en el pecho, escuchando nuestro corazón.
Nos acostamos en el suelo, piernas y brazos abiertos, como si fuéramos una estrella. Cerramos los ojos y escuchamos nuestro corazón, respirando suavemente.
Apagamos todas las luces y encendemos una lamparita que proyecta estrellas de colores en el techo.
Les decimos a los niños que ya pueden abrir los ojos. ¡Están encantados con la visión! Deben elegir una estrella y seguirla.
Ahora, con los ojos cerrados, tenemos que ver nuestra estrella. Vemos su luz, entra por nuestros pies, sube por las piernas, que se ponen duras en ese momento, pero la luz sigue subiendo y las piernas se relajan. La luz sigue recorriendo nuestro cuerpo, que se endurece cuando recibe la luz y después se relaja. Finalmente la luz se queda en nuestra cabeza y notamos la cabeza fresquita. Ya nos hemos convertido en una estrella blanca, luminosa, llena de energía.
Poco a poco vamos volviendo a nuestra forma humana, pero no olvidamos que la energía se queda dentro. Las puntas de las estrellas se convierten en nuestros brazos, nuestras piernas y nuestra cabeza, pero nuestra estrella va por dentro.
Vamos abriendo los ojos lentamente y moviendo nuestro cuerpo. Nos desperezamos y nos levantamos.
Os animamos a que cuando no podáis dormir penséis en estas estrellas.
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